¡Hola, soy Magna (de Magnánimo, no confundir con Magnate)! ¿Cómo estáis?
Bienvenidos y agradecido a cuantos nos visitan digitalmente. Hemos dejado atrás años de adversidad e incertidumbre que han supuesto un período de reflexión e inspiración. Ha sido una época maravillosa de autodescubrimiento, de identidad y de expansión de consciencia.
Hemos tirado de una punta de ovillo vital cuyo «hilo conductor» se convirtió en «hilo inductor» que nos llevó a desafiar al mismo Renato Descartes: «Sum, ergo Cogito», sacrificando el popular dicho que proclamaba el maestro del racionalismo. Y toda separación de lo conocido (ya visto) crea distancia (soledad), dolor (miedo) y nostalgia afectiva (amistades que no se frecuentan).
Quizá, la 1ª gran separación que nos marca a fuego sea el momento de nacer: somos forzados a estrenarnos en zona desconocida (peligrosa); nos sentimos abandonados, aunque no nos hayan presentado aún a quien fue anfitriona los nueve meses anteriores. Tomar distancia del maestro (exterior) es momento de registro emocional: se dirimen aliados y se escogen enemigos.
El «Yo-interior» elige al Ser (maestro) y el «Yo-rebelde» opta por el Ego (espía de lo exterior). Ambos protagonizan una animada vida en la que siempre el 2º querrá llevar la razón sin entrar en consideraciones (razones y emociones que les proporcionará el 1º). Y por ahí, tras algunos enfrentamientos, estará sobrevolando el Silencio, convencido de ser el protagonista cuando se ausente la palabra y la interioridad que está, no emerge.
Y es en ese momento que cuerpo y mente quieren dar un salto: de lo biológico a lo trascendente. De lo tangible a lo que cuenta, a lo que vale por sí mismo, con independencia del precio, convencidos de que el silencio une lo que la palabra intenta separar/poner en entredicho.
La ciencia y su método científico ordenaron el conocimiento, aunque no tuvieron tiempo de ordenar la vida (monopolizada por la sabiduría). A quienes acumulábamos mimbres académicos se nos presentaba la oportunidad de tomar distancia de lo que leíamos para pasar a escribir vivencias y experiencias que apuntalaran nuestra ciencia personal (vida plena). Y no hemos sido parcos en aprovechar la oportunidad.
Aunque provenga de una familia longeva, no creo que llegue a 120. Apenas superados los 60, tengo aún «una porción considerable de vida» para honrar su paso por ella. Y no escatimaré capacidades, fijando un reto existencial: compartir lo aprendido y contribuir a que todos los que nos procuren se enriquezcan, tras su puesta en común, de lo que hayan aprendido ellos también: la sabiduría como corolario del aprendizaje acumulado por las partes.
Se expande lo que se reparte, se extravía lo que se esconde. En tal misión, emprendemos la aventura digital conscientes de que la «Inteligencia Interior» es y será eternamente humana (IH; siendo la H muda, tendremos presente la importancia de cerrar la boca) y que siempre supeditará a cualquier otra que tenga buenas intenciones y pretenda complementarla.
Digitalmente: www.magnanimo.es/home
Magnánimamente,
(Miguel)